La tasación de Nardi

Hoy en día se concede a Angelo Nardi (Vaglia, 1584-Madrid, 1664) el reconocimiento de ser uno de los pintores más importantes del Barroco español e italiano; sin embargo, a la sombra de figuras como Velázquez, Zurbarán o su compatriota Vicente Carducho, ha quedado como un desconocido para el gran público. En la ciudad en la que resido, Alcalá de Henares, Angelo Nardi hizo, entre 1619 y 1620 una de sus obras más notables, la serie de pinturas que decoran el Monasterio de las Bernardas por encargo del entonces arzobispo de Toledo, Bernardo de Sandoval y Rojas.

Aunque nació en la localidad toscana de Vaglia y se formó como artista en su país natal, el italiano Nardi desarrolló una excelente carrera en España, sobre todo en Madrid, y se ocupó, como pintor prestigioso, de algunas tasaciones de obras de arte. De un testimonio de esa faceta de Nardi nos ocupamos en la entrada de esta semana. Se trata de un documento conservado en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM), con signatura 6930, 268r-270r, fecha en Madrid a 18 de abril de 1640. El pintor se ocupó de la valoración e inventario de las pinturas y esculturas que dejó a su muerte el fiscal Juan Ruiz Laguna. Llamamos la atención sobre la costumbre de tasar los bienes de los difuntos, lo que se denomina “inventario post-mortem”, recurso muy habitual para solucionar las herencias, desde las más humildes hasta las más ricas. Cuando el legado llevaba consigo pinturas  de valor, se contrataba a un pintor; un caso parecido, también en el siglo XVII en Madrid, se puede ver en el corpus CODEA, con el documento 1511, inventario de bienes del licenciado Gabriel de Espinosa, en el que se indica que la tasación de las pinturas fue encargada a “Gabriel de Fontecha, maestro pintor, que vive en la calle de las Carretas”.

Este inventario y tasación de 1640 nos muestra lo que podía ser una colección particular típica en una vivienda acomodada del Madrid de los Austrias. En primer lugar, destacan las escenas con un gran protagonismo de Jesucristo, como “un Cristo con tres ángeles”, “Otro lienço de Cristo con las monedas en que fue vendido”, o bien “Otro lienço del Nacimento”, que suponemos que sería una escena de la Natividad. Asimismo, aparecen santos, como “San Gerónimo”, “San Sebastián” y “San Isidro”; de este último se espera ver imágenes, pues ya era el patrón de Madrid, incluso antes de ser oficialmente canonizado, en 1622[1]. También hay inspiración en el Antiguo Testamento, como “el sacrificio de Abrahán” y lo que llama el escribano “Un David pequeño”, además de “Un lienço de Labán con la muxer a caballo”. Al tema religioso hay que añadir representaciones marianas, como “Nuestra Señora” o lo que describe como “Encarnación de Florencia”, junto a otras figuras del Evangelio, como María Magdalena, la Verónica, la Samaritana y San Juan. No faltan los temas profanos y mitológicos (“dos sivilas”, “unas diosas” y “Una pintura de Plutón”), la naturaleza (“Un lienço de unos peces pequeños”, “Un lienço frutero”) y retratos de personas como el Duque de Feria. En la tasación se apreció, por cierto, un cuadro de un famoso pintor: “Un cuadro de la Madalena que dicen que es de Ticiano”.

Además de los temas preferidos de la pintura y esculturas de las casas de la época, resulta de interés ver el vocabulario artístico que se refleja en el texto. Para muchos lectores actuales puede extrañar el empleo de país como ‘paisaje’: “Cuatro países”. En el diccionario de Autoridades (1737) se recoge así: “Significa también la pintura donde están pintados, Villas, Lugares fortalezas, casas de campo y campañas”. Otro término habitual en la época es frutero como obra artística: “Es el quadro ò lienzo que se pinta de diversas frutas; y asimismo se llaman frutéros los canastillos de frutas fingidas” (Autoridades 1732). Quizá por ser un inventario no solo de cuadros, sino también de figuras o hechuras, el escribano se ve obligado a describir la pintura como “lienço frutero”. El marco es llamado moldura: “Dos fruteros con sus molduras doradas”. Otro tipo de pintura es la iluminación: “Una iluminación con su moldura”; Autoridades (1734)  la recoge como “Cierta especie de pintura al temple, que de ordinario se ejecuta en vitelas ò papel terso”. No podemos pasar por alto una obra que, como en otras ocasiones, no se menciona con su formato, sino directamente lo que representa; en este caso, es “Una muxer xerolífico”. Aunque en la lengua moderna jeroglífico se asocia, sobre todo, al Antiguo Egipto, en el diccionario de la Academia de 1780 es, simplemente, una representación simbólica, “como la palma lo es de la victoria y la paloma del candor del ánimo”. Quizá se trataba, entonces, de una alegoría de alguna virtud o concepto.

Como se puede ver, estos documentos, muchas veces escondidos y olvidados en los archivos de protocolos, son una gran oportunidad para investigar sobre la pintura del pasado, la intervención de los artistas y los gustos estéticos, pero también, cómo no, para conocer mejor la lengua de su tiempo.

Delfina Vázquez Balonga

Imagen: Angelo Nardi, «Inmaculada Concepción». Alcalá de Henares, Monasterio de las Bernardas. Fotografía de Joaquín Vázquez.

Cómo citar esta entrada:

Vázquez Balonga, Delfina (2019): “La tasación de Nardi”, TextoR. Blog del Grupo de Investigación Textos para la Historia del Español (GITHE). Recuperado de: https://textorblog.wordpress.com/2019/05/15/la-tasacion-de-nardi/.

 

Para saber más:

Autoridades = Real Academia de la Lengua Española (1726-1739): Diccionario de Autoridades. Disponible en Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español: <http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-1996 >

Portús Pérez, J. (1998): La intervención de Lope de Vega y de Gómez de Mora en las fiestas de la canonización de San Isidro, Villa de Madrid, Año XXVI, n’^ 95, 1988, pp. 30-41.

[1] La canonización dio lugar a grandes celebraciones, como explica Portús (1988).

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